
Pues nada, la segunda noche también fue interesante, cuanto menos. Hay que decir que la mañana del sábado la aprovechamos bien, a pesar de llevar más cerveza en la sangre que Michael Robinson en sus años mozos. Perdido visitó pinacotecas, yo visité la sierra con la bici. Y por la noche, volvimos a juntarnos en la Puerta del Sol, que sigue en obras. Los de la noche anterior no se vinieron. Estaban batidos. Pero nosotros, curtidos en las trincheras de Hercegovina, queríamos más.
La cosa empezó tomando cañas en los garitos de La Latina. El Bonanno, el Almendro, las tabernas de la zona, con su estilo glamouroso-informal. La noche invitaba a pasear, y como en el calentamiento nos encontramos en buena forma, decidimos jugar de titulares para el partido. Primero nos metimos en un antro del que tenía buenas referencias, pero ahora la cosa había cambiado y la música era pachanguera. Fuimos al Sweet, al que hacía mucho que no iba, pero tenía la idea de que ponían buena música. O quizás es que la última vez que fui iba demasiado borracho. El caso es que en el Sweet la música también era una mierda. Cuando sonó el tercer
perreo nos largamos, no sin antes degustar nuestra consumición.
Y entonces decidimos jugarnos el doble o nada. Como queríamos bailoteo, nos metimos en un gran antro: el OM, en el Palacio de la Prensa.
Normalmente, las discotecas de ambiente son las que mejor música ponen.
House y
trance. Pero claro, tienes que lidiar con toda la fauna que habita en estos lugares. Básicamente, se trata de personajes salidos de una peli de Almodóvar. Tenemos al gay-reinona, que tiene mucha pluma; la
locaza. Luego está el macho, un chaval mazado semidesnudo que trabaja como gogó. El
chulazo. Tenemos luego a diferentes variedades de estas dos especies. Además de diferentes niveles de travestis, transexuales y
lady-boys. Y aparte, la típica fauna de cualquier otra discoteca que cierra a las 7. Tíos y tías heteros, tías que se hacen las lesbianas, tías que provocan a heteros haciendo numeritos lésbicos, tíos con gafas de sol que van al baño a menudo, grupos de homos, el típico grupito de tías de despedida de soltera, la pareja friki de 50 años que pasaba por allí...
Nosotros simplemente bailamos hasta que las piernas no nos respondieron. Tuvimos el radar puesto toda la noche, pero no vimos receptividad en ninguna posible acción de ataque. Esa noche, las chicas Almodóvar estaban pensando en otra cosa.
Cuando salimos, era de día y unos novios con sus invitados estaban bailando en la Puerta del Sol, con el coche parado en medio de la calle y la música a tope. Definitivamente, las noches de Madrid se parecen a La ley del deseo.