lunes, enero 16, 2006

Dentro y fuera

A veces hay situaciones en las que parece que no estás dentro de la historia. Como si estuvieras viendo una película desde fuera, como un espectador más, comiendo palomitas con interés mientras escuchas los diálogos y observas las escenas de los otros. Situaciones en las que nada ni nadie de lo que te rodea tiene relación contigo. Te ves ajeno y fuera de sitio, pero con una extraña felicidad interior que te hace sentir único y distinto del resto.

Suele pasarme eso los fines de semana, por las noches, cuando conoces gente nueva. No me refiero a la gente habitual con quien salgo, con los amigos. Con ellos estás cómodo y en la historia. Pero con gente nueva pueden pasar dos cosas. 1) que no tengan nada que ver contigo. 2) que sí tengan que ver contigo. Esta situación se generaliza si se trata de conocer chicas. El primer caso es el habitual, y por tanto el ejemplo de estar out. El segundo es el improbable. También pueden darse otras variantes, como: 1A) la persona que conoces tiene una intención previa y premeditada, una predisposición hacia o contra alguien; y 2A) que la persona o personas a las que conoces de nuevas, tengan una idea previa de qué o quién eres, incurriendo en un claro ejemplo de prejuicio. Lo habitual es que ambas opciones se dan al mismo tiempo.

¿Qué hacer en estos casos, ay, amigos? Bien, mi estrategia hasta ahora consiste en lo siguiente: fingir gran interés por las conversaciones que se plantean, pedir otra cerveza, e intentar pensar en otras cosas mientras tu interlocutor/a cree estar hablando con alguien que escucha. Os sorprenderían las veces que me han dicho que sé escuchar. Pero no. No es más que una estudiada estrategia, aprendida durante años, para mirar a los ojos fijamente y pensar en otras cosas. Es fascinante la cantidad de pensamientos e ideas asociadas que surgen de una conversación con alguien. Eventualmente, hasta puedes seguir el hilo de una conversación, y mezclarla con tus propios pensamientos, surgiendo nuevas e estimulantes afirmaciones.

Se trata de apagar o encender el interruptor mental. Y el on o el off depende de si existe una conexión instantánea con la otra parte, un destello de luz que propicie la transmisión de datos, en lugar de la mera emisión de datos. Una vez encontrada esa conexión, todo lo demás es dejar hacer. Pero cuando no hay esa conexión, pongo el piloto automático y me dedico a observar lo vacío que está el bar, por mucha gente que haya en él. En general, la calle también está vacía, y las noches.

Pero desde fuera, en el patio de butacas, alguien con una luz de infrarrojos está mirando, escaneando y recibiendo información constantemente. Y entonces comprendes que hay demasiados freaks en el mundo, como dice Perdido. Freaks y vacío.
Esto es una función divertida.


The show must go on

3 Comments:

Blogger noestabien said...

que inocente soy, yo que pensaba que me escuchabas..sin saberlo, y ejercías de fiti! qué grande eres! Y yo sin enterarme..

4:02 p. m.

 
Blogger Ernesto de la Serna said...

Je. Es lo que mi padre llama echar oído a tierra. Debo reconocer que es verdaderamente una virguería hacerlo y que aún te hagas fama de "sabes escuchar".

Por otro lado, me identifico bastante con la situación que describes. Yo también considero que los bares no son propicios para conocer gente nueva, sino para alternar con la que ya conoces.

9:32 a. m.

 
Blogger Alfonso Hernández said...

bueno, aclararé una cosa.

Me gusta escuchar a los demás.

El tono del post está impregnado de una figura literaria llamada "hipérbole", o si se quiere "exageración" e "ironía" que no necesariamente está asociada a nadie en particular, ni a una situación basada necesariamente en hechos reales, sino a un fenómeno que suele pasar en los garitos de mala muerte cuando te encuentras desubicado. Me gusta escribir con un estilo así de tremendista.

Aclarado queda, ante este o cualquier comentario que pueda surgir.

2:59 p. m.

 

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